Noviembre 2023:
Noche de verano, estrellada, perfecta. Amigos que se asoman desde el fondo, gente llegando, rocanrol, humo, otro vaso de cerveza bien fría, las ansias de salir a tocar.
Vuelta al país, después de tanto tiempo la banda se junta, se ensaya, suena bien. En cuestión de días sale un fechon, de locales en nuestra segunda casa, donde siempre disfrutamos a pleno todo. Nuestro Quilmes querido nos depara otra noche de rock, otro momento hermoso de compartir lo que hacemos con nuestra gente.
Todos los que me conocen saben que siempre llevo mi whisky a donde sea, por gusto, por placer y quizás también por cuestiones psicológicas, que es mejor no analizarlas, porque la vida es más simple, es simplemente de la manera en que es. La cuestión es ser o no ser, disfrutar mi whisky mientras toco, o no disfrutarlo. Es más que solo una bebida, es un compañero que está ahí, agazapado, presente, esperando por ese trago especial que a su vez, calma las ansias y esa garganta que se desgasta entre tema y tema.
Jamás me había pasado, y menos en nuestra casa, que sin darme cuenta, en tan solo un instante, así de manera fugaz, segundos antes de comenzar el show, mi querido whiskicito se perdió por ahí.
Lugar colmado de gente, felicidad absoluta, amigos y seguidores entonando nuestras canciones, sonrisas, quilombo, claramente la noche había superado nuestras expectativas.
Pare el comienzo del show luego de dos acordes entonados por el señor Gaston Andrade, para intentar averiguar, descifrar el paradero de Whiskicito. No encontré respuesta alguna. Dejé la guitarra, ya bastante fuera de quicio, y comencé una búsqueda desaforada, porque, sinceramente, no podía estar pasando.
Luego de varios minutos donde nadie entendía que estaba sucediendo, finalmente, la gente del lugar me había arrebatado, sin siquiera informarme, mi tan preciado whisky, compañero de escenarios y de satisfacciones.
Para los que no saben como funciona la noche del rock, aunque hoy día tampoco estoy tan seguro de todo, como en el casino, la casa siempre gana, los músicos siempre pierden. Mi pensamiento y la filosofía de la banda siempre fue la de cobrar lo menos posible de entrada para cubrir gastos y en lo posible realizar conciertos gratuitos para que se sumen todos.
Una noche increible, posta, sin exagerar, más de 150 personas colmando un lugar pequeño, donde toda la gente era nuestra y sin importarles nada, a modo traición, me clavaron un puñal por la espalda, arrebatandome lo más preciado.
Whiskicito no solo fue arrebatado, sino aún peor, fue depositado en una canilla de la cocina, desperdiciado, algo totalmente inentendible y más aún, en una noche de rock.
Sigo pensando que estas cosas en el rock, y en la vida en general, no pueden pasar. Mientras más uno brinda, más uno pierde, aunque no suele suceder en todos lados, y claramente esta fue la primera vez, en donde algo de mi propiedad es arrebatado sin siquiera un previo aviso.
Registros fotográficos afirmaban ver al culpable de dichos actos, pero estas imágenes nunca aparecieron.
Volví al escenario, arrancamos a tocar, todo se olvidó, especialmente porque conseguí otro vaso de whisky, y vivimos una noche increíble, uno de los mejores recitales de Muerte al Rey rock de los últimos tiempos.
Muchas caras que hacia años no veíamos, amigos, familia y nuevas almas que se acercaron al lugar. Cerramos la noche, aunque deberíamos de haber finalizado con Heroes del Whisky, con nuestro himno Decian y para lo que nosotros es una multitud, cantando y saltando para darle cierre a una hermosa noche de rock, donde whiskicito jamas deberia de haber sido arrebatado.